Jesús enseñaba a las personas contándoles relatos. Un día contó la historia de un pastor que tenía cien ovejas. El pastor era muy bueno y bondadoso; mantenía a las ovejas a salvo de los animales salvajes y las cuidaba toda la noche.
Un día, una de las ovejas se perdió. El pastor dejó a las 99 ovejas en un lugar seguro y fue a buscar a la que estaba perdida. Buscó en lo alto de las montañas y muy lejos en el desierto. Cuando por fin encontró la oveja, el pastor se alegró; la puso sobre sus hombros y la llevó a casa. Jesucristo es como el pastor del relato, y nosotros somos como las ovejas. Jesús nos cuida y nos protege del peligro. No nos abandona cuando cometemos errores, y se alegra cuando nos arrepentimos y regresamos a su evangelio. Es por eso que en las Escrituras se le llama el Buen Pastor. Una de las experiencias más grandes en la vida cristiana es saber que somos amados por Dios, nuestro Padre eterno. La parábola de hoy nos muestra que somos muy valiosos para Dios, nadie busca lo que no tiene valor y si el Señor nos busca es que somos muy valiosos. ¿Qué hizo la oveja para que el pastor la buscara? No era la mejor oveja, ni la más gorda, ni la más valiosa. Solamente estaba perdida. Jesucristo, el Buen Pastor, nos busca cuando estamos perdidos. Al mismo tiempo el amor de Dios nos motiva a amar a otros y aún a aquellos que no conocen a Dios.