El 25 de diciembre coincidía con las celebraciones paganas que se realizaban durante el solsticio de invierno, la noche más larga del año y el punto del año en el que empezaban a aumentar las horas de luz diurna. Era el momento en el que la luz solar regresaba, la fiesta del Sol Invictus que marcaba el renacimiento del astro rey. En la Roma antigua se denominaba (Dies Natalis Solis Invicti), (Día del Nacimiento del Sol Invicto) culto a la divinidad solar asociado al nacimiento de Apolo, dios del Sol. El término Navidad deriva de Nativitas “nacimiento”, un término que, emparentado tanto con la fiesta del Sol, con el alumbramiento de Cristo, alimentó la fusión sincrética entre la celebración pagana y el culto cristiano. Las fiestas Saturnalia que se celebraban entre los romanos también tenían lugar en fechas próximas al solsticio invernal. Se festejaban en honor del dios Saturno, divinidad agrícola, y eran fiestas de excesos durante las cuales se invertía el normal orden social. Se cerraban las cortes de justicia, los excesos no se castigaban y se realizaban intercambios de pequeños regalos que recuerdan al canje de presentes natalicios. También se elegía a un prínceps, una burla de la real clase política similar al Lord of Misrule de la tradición anglosajona, al que se le atribuían todos los poderes mientras duraban las Saturnalia. Los sectores más humildes de la población romana se dedicaban a ir de puerta en puerta cantando a cambio de comida.