Siguiendo en contra de las enseñanzas de las tradiciones, Jesús les recuerda que la comida no puede contaminar el alma del hombre, pues toda restricción ha sido ya liberada en cuanto a los alimentos que estaban prohibidos en la ley dada por Moisés, marcando un fin de la dispensación legal.
(Marcos. 7:15, 19; Complemento. Hechos. 10:15) Los discípulos seguían con un entendimiento lento de todas las enseñanzas del Maestro. Esto nos recuerda que el discernimiento es un proceso de crecimiento paulatino. (Marcos. 7:18) Lo que realmente afecta la vida espiritual del hombre es el pecado que mora en él. La oscuridad del pecado ha dañado la pureza del corazón que el hombre tenía, y esto hace que afecte su comportamiento, llevándolo a comportamientos pecaminosos que le hacen daño a sí mismo y a los demás. (Marcos 7:20-23; Comp. Romanos. 7:7-25; Gálatas 5:16-21) En el contexto del pasaje, vemos al Señor debatiendo con los fariseos, quienes habían juzgado inapropiadamente el hecho que los discípulos no se lavaban las manos antes de comer, y Jesús introduce una enseñanza que afectaba el concepto de la alimentación del judío. (Marcos. 7:15, 18 y 19) y es que desde la caída del hombre a causa del pecado, todos los seres humanos tenemos una naturaleza pecaminosa que obra con poder y afecta nuestro comportamiento ante Dios y los demás. (Romanos, 7: 7-25). Nos advierte de este mal.