Misericordia Cuando un creyente lee la Biblia, el proceso de aprendizaje, entendimiento y discernimiento solo se puede dar por obra del Espíritu Santo. Como nos recuerda Pablo, es el Espíritu quien toma “lo espiritual” y lo acomoda “a lo espiritual” (1 Co. 2:13). El Espíritu es el Autor de la Palabra de Dios, es Él quien inspiró al hombre a escribir todo lo que tenemos como Palabra inspirada (2 P. 1:20-21). Entonces toma desde las mismas Escrituras un pasaje o versículo para dar iluminación al creyente y enseñarle, redargüirle, corregirle e instruirle (2 Ti. 3:16). Este proceso es lo que se conoce como guiarle a la verdad, enseñando y recordando todo lo que Dios nos ha dicho (Jn. 14:26).
¿Con esta premisa, imagínese el potencial de aprendizaje e instrucción que cada creyente tiene al tener esta capacidad divina otorgada? Todo creyente, en su relación íntima con Dios puede, a través de la lectura diaria, entrar en un dialogo celestial con su Padre, para que Él, por medio de la Persona del Espíritu pueda conocer todo lo que Dios quiera decirle, y así el hombre puede conocer la voluntad del Señor para su vida. ¿Cree usted que Dios puede hablarle? ¿Si es así, que tiempo pasa diariamente escuchándolo? ¿Y si lo escucha, está obedeciéndolo? Todos tenemos un privilegio gigantesco de vivir en una relación diaria de comunicación con nuestro amado Dios.